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Siendo Honestos

Posted by Chilanga Catastrófica on 12:07 a.m. in ,
Es tan bueno no tenerte... es maravillosa tu ausencia.
Ya no me atormenta saber que no me amaste. En cambio, te imagino llegando cada noche a mis brazos como nunca fuiste, resguardándome entre los tuyos sin que yo te lo pidiera, llenándome de besos la piel, mojándome sin lluvia - con tu voz hablándole a todos mis labios- haciendo que pidan cada vez más de tí y llevándome de nuevo, de la mano, hacia allá... donde explota la luz.

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La Mañana del Día Siguiente

Posted by Chilanga Catastrófica on 10:36 a.m. in , ,
La noche fue tremenda. Mortal. El sueño tardío, inquieto, débil e intermitente. Se levantó e hizo suyos los versos leídos:

"HOY HE AMANECIDO COMO SIEMPRE, PERO CON UN CUCHILLO EN EL PECHO".

Se calzó los zapatos, se calzó el corazón y sorbió un café desvanecido y turbio (el más amargo de todos sus días). Dispuso sus proyectos para hoy, sus sueños para ayer y sus deseos para nunca jamás (y redactó su sentencia por escrito). Tampoco saldría a buscar quién le hiciera olvidar su dolor. Nada que le sacara de allí aquel cuchillo o le borrara el recuerdo, la memoria, la cicatriz. La nueva cicatriz de su recién destrozado corazón de mujer.

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Breve Biografía de un Amor Eterno

Posted by Chilanga Catastrófica on 1:30 a.m. in , ,
Pasó frente a mi butaca y el guión le tenía reservado un sillón junto a mí, justo al centro de la pantalla... Encontré en el cine al Hombre con el que leería en la cama todos los domingos de mi vida. Pero el viento de la pantalla trajo una mujer más astuta que yo y con un beso, Aquél olvidó lo que realmente deseaba: Una Mujer como Yo.

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Carta Insomne de Luna Llena

Posted by Chilanga Catastrófica on 12:31 a.m. in , , , , ,
Dicen muchos que la Luna de octubre es la más hermosa. A mi me parece que son las de Noviembre. No se si es que hace años era en octubre cuando el planeta y la Luna se acercaban más.
Hoy el cielo está como nunca y la luna toma un rojo impresionante al salir y asomarse por entre los edificios.
Hace unos días, al llegar a la casa descubrí que la sala estaba iluminada con ese tono tan especial que solo ella puede dar. Ese azul espeso que a ratos parece que puedes tocar y en otras parece que si tocas, te volverás parte del mismo. El punto es que cuando me asomé a la ventana, la luna llena estaba más hermosa que nunca. O tal vez estoy demasiado sensible y tiendo a magnificar hasta la belleza, pero te puedo asegurar que hacía mucho tiempo que no se veía tan bella.
Serví un café, me envolví bien, tomé una silla y me senté en el balcón a ver la Luna... y lloré. Tal vez fue al revés: tal vez me senté a llorar y me tocó la suerte que hubiera Luna llena.
El cielo estaba especialmente claro. Todo el paisaje parecía sacado de una película de ciencia ficción. De esas donde hay muchas lunas y edificios y una neblina espesa. Un avión pasó por en frente de la luna y entonces me llegó una idea rara y muy loca: si tu estuvieras viendo en ese momento la Luna ¿también estaría igual de llena? (y te regalé mi Luna desde aquí deseando que te llegara). Pero entonces, si no ves el avión que pasa, porque pasa por aquí ¿estás viendo la misma Luna en otro Cielo? ¿Y cómo es ese cielo que tu ves hoy?
Y entonces te sentí aun más lejos porque ni siquiera el cielo que yo veo es el que tú ves, ni el tiempo que vives el que yo vivo. Y tal vez la Luna que yo veo, tu la viste hace horas, el tiempo que me llevas de ventaja y entonces ya no puedo ni regalarte la Luna, porque ya era tuya, la encontraste antes que yo.
Y no me he vuelto loca, es solo este maldito insomnio que me hace pensar cosas extrañas y se me ocurrió aprovechar el tiempo escribiendo semejantes disparates y que tal vez, ya que no tenemos ni el mismo tiempo, ni el mismo cielo, ni las mismas lunas, mis palabras podrían acercarnos al menos, un poquito más.

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ERROR DE DEDO

Posted by Chilanga Catastrófica on 7:58 p.m. in ,
Hay días en que amo la tecnología... pero hoy en verdad LA ODIO. La Odio con toda mi alma. Odio mi dedo. Odio el hacer cosas personales en horas de oficina, odio el subconsciente. Odio mi dedo. Odio estar distraída, odio los mails, odio los corazones rotos, ODIO las despedidas. Odio mi dedo.
Hace 3 meses (o 4 eternidades) perdí al que fuera mi mejor amigo casi la mitad de mi vida y mi pareja por los últimos 4 años. No lo perdí. Me mandó al diablo con mano y la cintura, de la noche a la mañana y en vísperas del Año Nuevo (a sólo unas horas).
No voy a abundar en los detalles de lo que todo esto le trajo a mi corazón, a mis ojeras, a mis nervios, a mis sueños, a mi fe...
Y después regresó a darme el tiro de gracia y fue POR MAIL. Me avisa que había regresado con su ex (al parecer, no habían logrado matarse durante años y querían re-intentarlo) y ahora no podíamos ni intentar salvar la amistad porque ella no lo soportaría.
Todo esto, hoy ya no importa. Es pasado. Lloré todo lo que tenía que llorar. Me dolió todo lo que me tenía que doler... Y una vez decidido esto, fue que me encontré haciendo cambios, buscando (y creyendo en los) milagros y tratando de encontrar señales donde simplemente, tal vez no existen. Cambié mi pared, cerré círculos, me deshice de objetos amados, borré fotografías, etc., etc. y más etcétera... Y hoy que llegué a mi casa y vi mi pared rojo-cereza, me iluminó una parte del cerebro. Me GRITÓ que no había terminando de soltar, no he ido por mis cosas, ni le he devuelto las suyas y guardaba un mail de DESPEDIDA en mi charola como borrador.
Ese mail sufrió múltiples transformaciones en estos 3, casi 4 meses (carajo, casi puedo contar los días, las horas, los segundos... ¡no he cerrado ningún maldito círculo!) y hoy, cuando quiero que todo me ilusione, cuando quiero un encuentro (o re-encuentro) con La Voz de mis Sueños, cuando quiero ver Milagros por todas partes, cuando quiero CREER, cuando estoy por Cruzar el Mar, cuando estoy lista para buscar, enviar y recibir señales y decido hacer OTRA más de mis “ceremonias cierra círculos” borrando el maldito Draft que decidí nunca mandar… mi dedo aprieta SEND. SEND en lugar de DELETE. SEND… o sea, ¡¡LO MANDÉEEEE!! Justo cuando había decidido declararle oficialmente la ley del hielo para el resto de nuestras vidas --mira cómo no te hablo, no te llamo, no te respondo, duda si leí tu mail-- LE MANDO UN MALDITO MAIL DE DESPEDIDA…uno que ya no quería mandar!! Ya no quería decirle tantas cosas. Ya no había tanto coraje en mi para él, ya no había tanto dolor como cuando escribí todo eso. Tal vez tampoco quería despedirme para siempre. ¡ODIO MI DEDO!
Sobra contar que en mi oficina se escuchó el grito de ¡DETENGAN ESE MAIL, LLAMEN A SISTEMAS! y arranqué el cable de red de la pared, pero todo fue inútil. Lo mandé.
Y ahora soy yo la que está de este lado, preguntándose si abrió el mail, si lo leyó, si me responderá. Deseando no haber sido demasiado dura, pero si suficiente. Y ahora sí, creo (porque no me queda de otra) que estoy soltando. Que me despedí. No cabe más la esperanza de que el distanciamiento tuviera un punto de retorno. Que volveríamos a encontrarnos y a reírnos, abrazarnos, hablar y a contarnos… y poder recuperar a mi Amigo.
Y ahora que pensaba que ya “los duelos no se atreven a dolernos demasiado” (J.Sabina) algo me duele. Ahora que pensaba no tenía más lágrimas en mi cuerpo, me encuentro llorando OTRA Despedida y no es más que la misma. Y creo que por fin estoy cerrando realmente el círculo y lista para la etapa rojo-cereza u otros colores, sueños y cosas. Y todo por el inconscientazo. Y ya no hablo de mi dedo, sino del acto en sí. Después de todo… "por algo son las cosas, hay causalidades, tenía que ser así, era lo mejor y era el momento". Tal vez todo va a empezar a ser.
Tal vez solo tenga que dejar de revisar mi correo personal, en horas de trabajo.

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Los Cambios

Posted by Chilanga Catastrófica on 8:39 p.m. in , , ,
“Una mañana, luego de tantas desesperanzas,
Un deseo irreprimible de VIVIR
nos indicará que todo ha terminado:
que la tristeza no tiene más sentido,
de el que pueda tener la Felicidad”
(Albert Camus)

Y así fue como una mañana desperté y pensé que todo había terminado –que el tiempo de duelo que le había dedicado a mi corazón roto y a la más enorme decepción, había sido suficiente- me pareció que todo a mi alrededor había estado en stand by esperando a que yo “despertara” de mi letargo y me dedicara a VIVIR de nuevo. Y entonces me encontré con querer transformar mi entorno. Después de todo, ¡ya era primavera! Tiempo perfecto para las transformaciones y yo quería convertirme en TODA una Mariposa Technicolor (ah! El buen Fito).
Creo que me había ido preparando poco a poco sin siquiera darme cuenta, pues ya había recortado un anuncio de una revista: una pared rojo-cereza, sobre la que se veía se reflejaba la luz natural de la calle, el mobiliario, poco y de madera color chocolate, un sillón blanco, un cuadro.
Y justo aquella mañana, me desperté de otro ánimo. Emocionada y muy segura de cómo lo quería (con la imagen en mi cabeza, reforzada por el recorte de la revista) pero sobretodo, una vez más sentía que YA ERA EL MOMENTO.
Tomé el poco dinero que apartaba yo para mis lujitos y salí con el recorte en una mano y un zapato (tono rojo cereza) en mi bolsa, derechito a Cómex, que presumen que te igualan cualquier color. Y con él en una cubeta, solvente, tinta negra para madera y un par de brochas, volví mi casa. Observé por última vez la pared amarillo-mango, me despedí de ella (después me arrepentiría un poco de no haberle tomado una foto) y bajé lo que la adornaba. Objetos todos queridos, pero muy especialmente, el mueble que sostenía mis CD’s que me regaló Aquel, un cumpleaños. Junté todo en un rincón, puse mi música favorita y ¡a pintar se ha dicho!
Mientras se secaba una mano en la sala, vaciaba cajones de ropa sobre la cama para cambiar la distribución de la recámara. Si iba a cambiar, iba a cambiar todo de una vez por todas. Salieron dos bolsas de “basura” (cosas que en algún momento creí que iban a servir para algo pero no me servían para nada), moví los muebles de lugar y mientras se secaba otra mano de pintura, ponía solvente y lijaba los muebles de madera y así, sin casi darme cuenta, pasaron dos días, prácticamente sin comer, sin salir, sin hablar con nadie, casi sin tomar agua.
Para las 6 de la tarde del domingo, yo estaba lista para matar a alguien, agotada, deshidratada, harta, con necesidad de compañía, con el peor de los humores y a decir verdad: frustrada y sin saber a ciencia cierta porqué. Todo era un desorden, nada era como yo esperaba y nada parecía tener remedio.
El rojo cereza era idéntico al de la revista. Era justo cómo yo lo había pedido. Sin embargo, era un cambio radical. Ya no parecía más MI CASA, mi refugio, mi hogar. Todo era diferente y UN estúpido cambio me iba a obligar a otros muchos mini-cambios: los muebles de madera clara ya no venían al caso y pulirlos no había resultado tan fácil como yo pensaba. Los sillones, de por sí viejos (pero macizos) ahora si desentonaban con todo y ya no tenía dinero ni para comprar una sala ni para tapizarlos. Mis objetos más queridos tenían que encontrar un nuevo sitio en dónde lucirse… o dónde guardarse... y el mueble para los CD’s, aquel símbolo-objeto, tenía que irse.
Necesitaba TANTO un poco de compañía, me urgía un abrazo, una oreja, una opinión y transmitir lo que sentía… Mis padres aparecieron por ahí, comentando que el amarillo-mango de antes era mejor… trataron de ayudarme a poner todo en orden, pero en ellos descargué toda mi frustración, mi ira contenida por meses, mi dolor, mi nostalgia… y por supuesto, me mandaron merecidísimamente al carajo.
Entonces reventé en llanto. Me quedé sola, llorando; me bañé llorando, (ya con mi casa en mayor orden), les llamé a pedir perdón llorando (con una culpa espantosa); me acosté llorando, sola e inconsolable hasta las dos de la mañana en que el cansancio le ganó a la tristeza. Claro que mis papás me disculparon y no se ha vuelto a hablar de el asunto… y la verdad es que no puedo explicárselos, aunque creo que tampoco entenderían mucho.
Tal vez para ellos suena como una más de mis locuras el explicar que esos cambios vinieron a reacomodar la energía de mi vida, que estaba cerrando círculos y conociendo una nueva vida y que ese cambio radical (¡pero niña, es solo el color de una pared!) había venido a remover digámoslo así… el agua estancada.
Ese cambio, el del color de una pared, significaba que yo por fin estaba soltando, que aunque yo ya lo sabía, un círculo se cerraba (y por tanto otro se abría). Por fin me enfrentaba a que el mundo ya no era ni iba a ser como yo lo había soñado (me gustaba TANTO mi pared amarillo-mango!!) y yo no hubiera querido que fuera así, pero así era (y él se había ido de mi vida) y todo me dolía, pero también, todo había terminado (y no iba a regresar) y no había vuelta de hoja. Ya había cambiado el color, nos gustara o no. Ya nada era ni volvería a ser como antes.
Se cerraba un círculo, el amarillo-mango y empezaba uno nuevo, el rojo-cereza.
Gran oportunidad para reinventarme y reconstruir mi mundo, adaptando lo que se podía (y se quería) quedar y esto no lo iba a lograr de la noche a la mañana. Yo misma tenía que re-conocer mi casa, mi mundo e ir deshaciéndome, por mucho que me doliera, de lo que ya no servía, de lo que ya no pertenecía, de lo que no venía al caso… como mi mueble de CD’s.
La buena noticia: cada día me gusta mucho más mi pared rojo-cereza, la casa se ha vuelto a llenar de flores (muchas raras, nuevas, diferentes) y todo parece irse acomodando poco a poco. D
edicaré las vacaciones a convertir mis muebles claros, en muebles color chocolate.
Los sillones tendrán que esperar a que llegue el reparto de utilidades (si llega) para adaptarse al entorno y si no… SE VAN. Mientras, yo espero que llegue el tiempo y la forma de tener un sillón que venga al caso y tal vez ¿porque no? hasta un par de Milagritos de qué hablar!!
Ah! Y mi amado mueble para CD’s irá a parar a manos de mis Padres, que puede que no entiendan nada de lo que me pasa, haga o piense, pero que seguro, lo recibirán de mil amores... y sin preguntas, tal como hacen conmigo.

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Las Pláticas de Diván

Posted by Chilanga Catastrófica on 1:07 p.m. in ,
¿Qué porcentaje de personas en una ciudad como esta han estado o están en terapia? No tengo idea. Lo que si tengo muy, pero MUY claro, es que son mucho menos de los que debiéramos estar (y ahora mismo me viene más de un nombre a la cabeza).
También podría apostar que el porcentaje de mujeres en terapia es más alto que el de hombres. Lo mismo qu con los Psicólogos: creo que son más mujeres que hombres y sería totalmente injusto decir que el sexo pueda determinar el que sean buenos, malos o mejores en su trabajo, pues yo soy la primera en criticar el sexismo. Sin embargo pero en mi poca experiencia me ha ido mejor con las psicólogAs y puede ser (en mi muy humilde opinión) porque las mujeres tendemos a ser "mejores" escuchando que los hombres.
Tengo una teoría del porqué: el "gremio masculino" común y corriente, por lo general no va por ahí contando cómo se siente, si está triste, deprimido, angustiado o eufórico (y claro que esto puede ser meramente cultural). Además, cuando llegan a externar 'el problema' que les aqueja, es porque regularmente están esperando que el que los escucha, proponga una solución.
Y el tema no queda aquí, sino cuando cualquiera le cuenta a un individuo de este "gremio" un problema es casi imposible que eviten soltarte una solución... ¡cómo si estuvieras buscando una! Y no... tal vez solo necesitabas, si no ser ESCUCHADA, tan solo "sacar del sistema" el tema que te esté dando vueltas en la cabeza.
He tenido dos terapeutas. Ambas mujeres. Y se que hay (o deben haber) muchos psicólogOs muy buenos más yo conocí dos, que no fueron ninguna buena experiencia. Tal vez malos ejemplos, tal vez mala suerte, pero si tuviera que escoger un tercer terapeuta supongo que buscaría que fuera mujer.
Mi primer búsqueda de terapia fue justo en medio de la mentada “crisis de los treinta” (todavía ni los cumplía). Llevaba varios años de ser una total workahólic gracias a lo cuál conseguí una Dirección de Grupo, me compré mi primer auto NUEVO (que seguiría debiendo por un par de años más) y por fin se había cumplido uno de mis más grandes sueños: vivir sola. Al parecer no había motivo para necesitar terapia, pero estaba en crisis porque mi (demasiado) larga relación con el Géminis había terminado en matrimonio. Pero el matrimonio del Géminis, que decidió casarse mientras andaba conmigo. Y el muy perro ni siquiera me invitó a la boda, me enteré meses después. ¡Y yo pensando que estaba de viaje por trabajo! Esto pareció ser causa suficiente para mermar mi autoestima y mi seguridad…
Y así fue como primero conocí a Largo (en honor al de los Locos Adams) un extraño tipo, nada amigable, frío, piel grisácea, ojos opacos y no sonreía ni por error. Conductista. Después de plantearle “mi problema”, en la segunda sesión Largo me dijo “Olvídate de él, no vale la pena y sigue adelante”. ¡Coño! ¿De verdad este tipo creía que yo iba a estar sentada frente a él, una hora a la semana, para que me dijera lo que YO ya sabía? No volví a verlo.
Y entonces di con Hanna: Psicoanalista judía de familia Alemana (¡¡solo le faltaba apellidarse Freud!!), muy chaparrita, con cara de búho de caricatura, con unos enormes lentes de altísima graduación que le cubrían media cara y hacían que sus ojos se vieran súper pequeñitos. Calculo que tenía más de 50 años y me inspiró confianza desde el primer día. Estuve con ella más o menos un año.
Tardé varios años en buscar (necesitar?) otro terapeuta. Después de todo ya no había tenido ninguna crisis con mis relaciones. En realidad, simplemente había evitado cualquier relación-relación y fue así como conocí al tercero: de nuevo hombre: de trato cálido, gordito, agradable (igualito al tipo que se disfrazaba de Pollo y era dueño de la juguetería en una de las películas de Toy Story).
En mi primera sesión le conté que en realidad estaba muy confundida y tenía problemas con la relación con mi Free. No tuve tiempo de explicarle qué tipo de problemas, pues el tipo no entendía NADA. ¿Qué es un free? y el resto de la seción, la gasté en contarle cómo son las relaciones allá afuera, después de lo cuál, el Hombre Pollo estaba listo para una visita urgente al psiquiatra. Evidentemente, tampoco volví a verlo.
Así es que cuando conocí a La Doctora, agradecí de entrada, que fuera una persona normal, que no se pareciera a ningún personaje de caricatura, que tuviera sentido del humor, fuéramos más o menos de la edad y que supiera y viviera lo qué pasa “allá afuera” del consultorio.
Hubo momentos en que me entendía TAN bien, que pensé que saldríamos de la sesión directo a tomar algo con mis amigos, pero siempre habíamos mantenido esa extraña distancia paciente/terapeuta; por eso me sorprendió que hace unas semanas, al abrirme la puerta, me dijera que tenía que pedirme un favor… se le llenaron los ojos de lágrimas, la abracé un momento y nos sentamos a platicar un muy buen rato. El motivo de su llanto tal vez es lo de menos. Sólo pensó que yo la entendería y me pidió que por esa vez, la escuchara yo.
Tal vez más de una persona pueda decir que esto no fue ético, otros más dirían que cambie de terapeuta y otros que esto solo (se) me ocurre a mí. A mí me encantó poder devolver un poco de lo que me ha dado y definitivamente, fue algo extraño. Pero al final, además de la anécdota solo me queda una pregunta rondándome en la cabeza: ¿Qué habría pasado si en lugar de Mujer mi terapeuta hubiera sido Hombre y hubiera estado en la misma situación?

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